Viernes 03 de julio de 2009


Sin asumirse como un internacionalista o analista político, el abogado e historiador —es director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México— aseguró que los hechos recientes de Honduras obligan a repensar el acontecer político y a tener en cuenta “que la democracia es fundamental para la coexistencia y que se puede vivir en ella, se vale vivir en ella y que aspiramos a vivir en ella”.
A partir de su libro La decena trágica, que en el cintillo dice “Cuando las balas y las traiciones acabaron con la democracia”, asegura que los ciudadanos de todo el mundo y en especial de América, deben saber que se puede vivir en paz y dentro del orden legal “con el respeto que debemos a las instituciones, modificables por la vía legal y la vía pacífica”.
Reconoce que la región Centroamericana ha sido muy convulsa a lo largo de su historia y aunque en las circunstancias de la Decena Trágica en nada se parecen a las actuales, ni los sucesos históricos se repiten, la historia brinda lecciones. Si en el pasado Francisco Ignacio Madero sufrió un Golpe a pesar de su visión pacifista, democrática y de orden legal, en una circunstancia donde jugó un papel fundamental el embajador de Estados Unidos en México, en los hechos actuales de Honduras, EU ha condenado la acción de los militares.
“Las circunstancias son diferentes y hay un consenso continental de respeto a la democracia que hace que los gobiernos de los distintos países encabezados por México manifestaran su oposición. Este libro pretende que nuestros jóvenes no lo olviden, que conozcan la historia y que extraigan de ahí la moraleja que toda historia propone: que no se repita”, afirma el historiador a KIOSKO.
La democracia frágil
Villalpando asegura que la Decena Trágica permite ver lo frágil que resulta un sistema democrático cuando hay quienes están dispuestos a todo con tal de destruirlo. Hace unos cuantos días parecía un recuerdo triste, pero los acontecimientos recientes demuestran que la tentación del Golpe de Estado en Latinoamérica no ha desaparecido, sino que volvió a sorprender a toda América y a todo el mundo: la lección histórica sigue viva y vigente y más vale volverla a leer porque la historia es maestra de vida.
“Más vale que estemos todos conscientes, sobre todo en estos momentos, del valor de la democracia, del valor de la paz y del respeto al orden constituido legal”, agregó el historiador.
Villalpando parte de la certeza de que la Decena Trágica es una historia muy conocida y que los hallazgos que ha habido son pocos, pero están en el libro publicado por editorial Diana; el historiador mexicano nacido en octubre de 1957, quería poner de nueva cuenta esta historia a disposición del público lector. No le cabe duda de que es una de las grandes traiciones de México y que fueron días muy intensos. “Esa historia mi papá la conoce muy bien, pero mis hijas no. Quise hacer un texto que permita acercarse de manera sencilla con lectura fluida a un episodio tremendo, trágico, difícil que ojalá México nunca repita”.
El autor de Batallas por la historia y Amores mexicanos aseguró que Francisco Ignacio Madero cometió varias equivocaciones durante esos días, la más grave es que mantuvo siempre a su lado al vicepresidente José María Pino Suárez, con lo que facilitó el golpe y su apresamiento, pero tenía virtudes cívicas: su visión pacífista, su visión democrática y su visión de cauce legal. “Debemos sentirnos orgullosos de que tuvimos un presidente que era un hombre bueno”.
Villalpando niega que Francisco I. Madero le haya dado demasiado poder al Ejército, dice que “le dio el lugar que la Constitución le marcaba, confió en que el Ejército Federal que había heredado de Porfirio Díaz cumpliría con el papel constitucional que tenía asignado como él cumpliría el de Presidente; él esperaba que todo el mundo llegada la era democrática, cumpliría con su deber, en eso se equivocó, se salieron del deber para hacerlo caer”, asegura.
Y sabe que fue tan duro el efecto para las propias Fuerzas Armadas de aquel año de 1913 que se produjo un cambio radical, tanto que la Marcha de la Lealtad que cada año se celebra el 9 de febrero, recordando la entrada a Palacio Nacional de Madero rodeado por los estudiantes del Colegio Militar, desde entonces es una ceremonia que tiene un fondo de respeto y civilidad, un afán de reconocer el mando supremo del presidente.
fuente- el Universal
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