LA REDACCIóN
México, D.F., 7 de mayo (apro).- En otro pasaje de su libro Derecho de réplica, Carlos Ahumada narra que ya fuera de la cárcel, fue presionado para dejar el país, tanto por el entonces procurador del Distrito Federal, Rodolfo Félix, como por Diego Fernández de Cevallos, quienes le pedían ya no hablar y olvidarse del episodio de los videoescándalos.
México, D.F., 7 de mayo (apro).- En otro pasaje de su libro Derecho de réplica, Carlos Ahumada narra que ya fuera de la cárcel, fue presionado para dejar el país, tanto por el entonces procurador del Distrito Federal, Rodolfo Félix, como por Diego Fernández de Cevallos, quienes le pedían ya no hablar y olvidarse del episodio de los videoescándalos.
Cuenta el empresario que en la madrugada del 8 de mayo de 2007 cuando fue dejado en libertad luego de 1131 días de permanecer preso, las autoridades del GDF "me demostraron que su resentimiento seguía encendido" y detalla cómo lo volvieron a detener.
Dice que al llegar a la procuraduría del Distrito Federal, conoció al procurador capitalino, Rodolfo Félix."Me dijo que mi situación era muy complicada, me trató muy mal. Fueron las dos horas que estuve "perdido", supuestamente haciendo fila para ver al médico. No es cierto: no estuve dos horas haciendo fila para ver al médico. Me subieron a la oficina del procurador. Me dijo que ya no me metiera en más problemas, que hablara con el licenciado Rafael Mateos que estaba presente en esa reunión y que le hiciera caso al pie de la letra, porque si no, me iba a ir mucho peor que hasta el momento.
"Después me llevaron a la oficina del licenciado Mateos, quien me advirtió que ya no dijera absolutamente nada. Me preguntó si tenía más videos, que si los guardaba en México. Me aseguró que iban a tratar de resolver el problema.
"Mateos me dijo también que ya era un escándalo nacional lo que había ocurrido esa madrugada, que yo había corrido con suerte por los medios de comunicación, y que me tenía que ir lo más pronto posible del país y quedarme callado".Con el Jefe DiegoEl nuevo encuentro con Diego Fernández de Cevallos lo escribe de la siguiente manera: "A lo anterior hay que agregar que al día siguiente me llamó Diego y me sugirió lo mismo que Félix; que ya no dijera nada.
Para garantizar que yo siguiera su "consejo", logró que a la semana de mi salida del reclusorio, el día 17 demayo, me llegara un citatorio de la Procuraduría General de la República.
Debía presentarme a declarar el día 23, en calidad de indiciado por una averiguación pendiente. Se trataba de la averiguación de la SIEDO número UEIARV/003/2004 y, curiosamente, se emitía desde la Unidad Especializada en Investigación de Asalto y Robo de Vehículos.
"Así que no se trataba de presunciones, eran amenazas tajantes: si no me callaba, si me atrevía a dar nombres, mi libertad, mi vida y sobre todo la de mis hijos y Ceci, correrían nuevamente un grave peligro.
"En esos días vi a Diego en su casa de Las Lomas. Su mensaje fue muy claro. Por teléfono me pidió que fuera a verlo, que me quería invitar una botella de vino tinto. Yo estaba muy enojado, todavía lo estoy, pero acepté ir porque creí que era necesario hablar después de tanto tiempo. Además, iba con la esperanza de que se pudiera arreglarlo que estaba pendiente todavía. "Me recibió como siempre, muy amable, muy cortés. Haciendo gala de la hipocresía que lo caracteriza y de sus buenos modales, me preguntó sí no le pensaba agradecer que hubiera obtenido mi libertad gracias a sus buenos oficios y sus influencias. Me quedé con la boca abierta. Me esforcé para que no se notara mi enojo.
"Para rematar sus despropósitos, me dijo que también debía agradecerle sus gestiones de la madrugada del 8 de mayo, cuando me detuvieron los judiciales fuera de la cárcel, ya que él había hablado con Marcelo Ebrard para que detuvieran la barbaridad que iban a hacer. Según su propio dicho, lo que tenían planeado era subirme a un avión y desaparecerme.
"En verdad no dejaba de sorprenderme, de indignarme. Sabía que todo lo queme estaba diciendo eran patrañas, pero me dije: "Qué pendejo fui, ¿cómo es posible, cómo pude haber creído, cómo pude haber tenido algún día confianza en él y en Carlos Salinas?" Nada más recordarlo me embarga la furia otra vez.
"Después se quitó la careta de amabilidad y me amenazó sin ambages. Me dijo que ya dejara todo como estaba, que me fuera del país, que era lo mejor para todos; que si no, se me podía complicar nuevamente la cuestión jurídica".
fuente- Proceso
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