Bajo las aguas gélidas del Ártico se encontraría, según los expertos, el 25% de las reservas de petróleo mundiales. Un apetitoso manjar para las potencias que se disputan la soberanía de esta parte del planeta prácticamente inaccesible antes del calentamiento global.
Pero el enorme glaciar se derrite y con las nuevas grietas aparecen también nuevas posibilidades.
No sólo hay petróleo, sino también importantes reservas de gas natural y yacimientos de minerales tan preciados como diamantes, oro, platino, estaño, manganeso, níquel y plomo.
Además, el deshielo supondrá que se abra una vía marítima estratégica de extrema importancia comparable al Canal de Panamá y al Canal de Suez.
Rusia ya ha enviado varias expediciones en los últimos años e incluso en una de ellas, la tripulación de un batiscafo consiguió plantar a 4.200 metros de profundidad una bandera tricolor rusa en una cápsula de titanio, un material irrompible, toda una metáfora de una posible declaración de intenciones.
Aunque ese momento, Canadá intentó sacarle hierro al asunto, no perdió el tiempo y desde entonces está reforzando su presencia militar en esa región.
El gobierno Ottawa ya no esconde sus intereses. El ministro de Finanzas canadiense, Jim Flaherty, reunido con sus homólogos del G 7 en Iqaluit afirmó que “se trata de una de las prioridades de nuestro gobierno” y esa prioridad es mostrarle al mundo su soberanía en el territorio.
Podríamos estar ante una nueva batalla geopolítica que podría hacer resurgir los peores momentos de la guerra fría.
fuente- www.rfi.fr
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