Es difícil reconocer que nos podemos acostumbrar a una escena en la que colonias enteras, donde viven miles de personas en pobreza, como Chalco, permanezcan por días sumergidos en aguas sucias. Niños, mujeres, familias enteras se debatieron haciendo balsas para trasladarse en busca de alimentos, con un riesgo latente de quebrantar su salud, sin saber exactamente lo que sucede. Es dantesco.
Lo ocurrido en diversas zonas del Estado de México y del Distrito Federal hace días y que fue maquillado —como lo dicen los propios habitantes— por la TV, es uno de los hechos más patentes de la ineficiencia de nuestras instituciones.
Se trata de uno de los peores hechos violatorios de derechos de nuestra historia reciente.
Más allá de la indignación y la solidaridad que nos provoca, he tenido la oportunidad de estar cerca de pobladores del Valle de Chalco.
Los he visto luchar y apoyarse para resolver los problemas de cada momento, o resignarse ante la situación sin poder encontrar alguien que les explicara cuáles podían ser las expectativas: ahora sé que esperan una ayuda.
Con este compromiso y con el de lograr cambios efectivos en México, quiero poner todo mi empeño porque a estos hechos se les llame por su nombre. Poco se ha dicho de las responsabilidades que surgen de estos hechos. Tampoco se he remarcado que son violaciones a los derechos humanos. La focalización ha sido más bien hacia la atipicidad de las lluvias y las dificultades de los funcionarios para lograr cerrar el boquete del canal.
Las violaciones a los derechos humanos son por demás evidentes, comenzando por el del derecho a la vivienda. Sin embargo es una de esas situaciones en que la afectación es integral. Hay graves violaciones a la salud, por la escenario insalubre que permanece, y al derecho a la educación de los niños que dejaron de asistir a la escuela.
Debe reconocerse también la afectación a la vida y a la integridad, partiendo del hecho objetivo de que se han perdido vidas humanas, hasta ahora se ha hablado de 33.
Desde nuestro ángulo también hubo una violación al derecho a la información de los habitantes a los que no se tuvo al tanto ni de la inminencia de la inundación, ni de la gravedad de la situación. De manera desordenada y muy parcial parece que se trató de mantener comunicación con la población, pero hubo casos como el del presidente municipal de Valle de Chalco que flagrantemente no dio la cara a los habitantes.
Claro que hablar de violaciones a derechos humanos es mucho más exigente que englobar todo en coordinación, falta de recursos, cambio climático, hundimientos o zonas irregulares.
Un dato relevante: hace 10 años pasó exactamente lo mismo. En 2000 la CNDH dio una recomendación a Conagua por violar los derechos humanos de propiedad, salud y patrimonio.
Las razones de responsabilidad de entonces eran las mismas de ahora: falta de obras y de mantenimiento a tiempo. Por eso hoy no hay posibilidad de hablar de caso fortuito o de fuerza mayor, ni siquiera de falta de tiempo para corregir la situación y evitar los daños que hoy lamentamos.
Las obligaciones del Estado en derechos humanos, especialmente económicos, sociales y culturales se violan también por negligencia u omisión. Con esto tenemos los elementos completos para afirmar que en los hechos de las inundaciones se dieron graves violaciones a derechos humanos.
El objeto de hacer esta afirmación es mucho más que teórica, de lo que se trata es de poner en su justa dimensión los hechos y evitar que esto se vuelva a repetir.
El enfoque de derechos humanos tiene dos claras consecuencias que nos ayudan en el presente caso: la primera es la de exigir responsabilidades concretas y la segunda es la de demandar una reparación, que trascienda al concepto de ayuda.
Queda mucho por ver en este caso, por lo pronto Valle de Chalco se ha unido a las demandas históricas de derechos humanos en nuestro país.
Director del Centro Jurídico para los Derechos Humanos
fuente- el universal
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