lunes, 12 de abril de 2010

Valoración múltiple de Emiliano Zapata

Emiliano Zapata, caudillo revolucionario agrarista del sur, fue asesinado el 10 de abril de 1919, en el Estado de Morelos. Su aportación a la compleja dialéctica interna de la Revolución mexicana fue decisiva (Plan de Ayala contra Madero, enfrentamiento contra Carranza en la lucha de facciones a partir de 1914), sin perjuicio de que, entre otros, como Villa, fue él ciertamente uno de los derrotados de la revolución (pues la consumación estuvo en manos de los caudillos del norte: Venustiano Carranza -Constitución de 1917-, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles: afianzamiento político de su grupo en la cima de la Revolución y creación, en 1929, del Partido Nacional Revolucionario, hoy PRI).

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Emiliano Zapata Salazar
1879-1919

Don Arnaldo Córdova, en su fundamental libro La ideología de la Revolución Mexicana (Era, México DF, varias ediciones) sitúa a Villa, a Zapata y a los Flores Magón en capítulo aparte bajo el título La otra revolución: "A Zapata lo seguían masas de comuneros pueblerinos despojados de sus tierras, mientras que a Villa lo seguían masas de peones, aparceros, arrieros y buhoneros que jamás habían tenido un pedazo de tierra como propio; las perspectivas de su lucha eran, por principio, diferentes: Para Zapata, del sur, donde abundaban las comunidades agrarias despojadas, lo fundamental era devolverles la tierra; para Villa, del norte donde abundaban los latifundios, lo básico era dividir las haciendas. Pero sobre esas mismas bases ambos son identificados como los verdaderos campeones del reparto de tierras y, nuevamente, de la instauración de la pequeña propiedad en el campo" (pp. 144 y 145).

José Revueltas, por otro lado, insertado en la tradición del materialismo marxista con su correspondiente hipóstasis monista del análisis de clase como dispositivo cardinal de los procesos históricos (hipóstasis que, sin desestimar al materialismo histórico, es no obstante necesario desactivar y superar dialécticamente), plantea en su fundamental libro de 1962 Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, por cuanto a la disputa en el seno de la Revolución entre zapatistas, villistas y el carrancismo, lo siguiente:

"Después de la fase que representa este discurso -de Carranza- de Hermosillo, dirigido a condenar los propósitos de la "desatinada" izquierda revolucionaria de aquel entonces que representaron, desde el seno del propio carrancismo, Lucio Blanco y Francisco Múgica, la ideología democrático-burguesa dominante tenía que hacer frente a la cuestión interna más grave que se le planteaba en el momento: la lucha contra el problema militar representado por Villa y la División del Norte, y la lucha, de carácter más profundo y de mayor importancia histórica, contra el problema de la revolución campesino popular, representada por la alianza Zapata-Villa que se produjo desde la Convención Militar de Aguascalientes en 1914. El exorcismo de Carranza para conjurar este peligro fue la ley del 6 de enero de 1915. [...] La ley del 6 de enero de 1915, con que se inicia en el orden jurídico la reforma agraria burguesa, es, en efecto, la respuesta con que Carranza mediatiza y traba el desarrollo de la revolución campesino-popular de Zapata, para derrotarla más tarde por medio del cohecho, la traición y, finalmente, el artero asesinato del caudillo suriano" (pp. 159 y 160 de la edición de Era).

Mediatización ideológica y derrota política que, previa síntesis histórica coajada durante el cardenismo y su decisivo impulso a la reforma agraria, llevó a Emiliano Zapata a convertirse en uno de los símbolos social-populares del régimen post-revolucionario priísta, incorporado al mausoleo ideológico del "sistema" mientras fue posible mantener las directrices maestras de la conducción del Estado dentro de los cauces del nacionalismo revolucionario cardenista: "Miembro de la primera generación que vive en la paz de la post-Revolución y de una clase media educada en sus escuelas, cree y se forma en la idea de un proyecto nacional y revolucionario triunfante... Y así creció con la promesa y los logros de un Estado nacionalista y revolucionario y los de una generación de artistas e intelectuales críticos que pudieron y quisieron vincular cultura y poder, nacionalismo y unviersalidad, conciencia revolucionaria y actividad política; creatividad artística, seriedad analítica y acción institucional. Maduró junto a las grandes y magníficas realizaciones de la Revolución Mexicana...", dice de sí mismo en sus memorias don José López Portillo, considerado como el último presidente -1976-1982- insertado dentro del ortograma ideológico y político del nacionalismo revolucionario tras cuyo sexenio, rematado precisamente con la nacionalización de la Banca en 1982, vino a instaurarse el bloque neoliberal-tecnocrático en el núcleo del cuerpo político del Estado mexicano.

Antes de ello, a partir fundamentalmente de la década de los 40, la de Emiliano Zapata hubo de convertirse, por vía de Rubén Jaramillo, combatiente del zapatismo originario, en una de las figuras centrales dentro de los primeros movimientos de guerrilla rural que desembocaría luego, a partir de la Revolución cubana del 59 y de la expansión del guevarismo, en la lucha clandestina y de guerrilla urbana marxista, leninista y comunista, como la de la Liga Comunista 23 de septiembre.

Luego de dos décadas de implantación orgánica del bloque neoliberal-tecnocrático en el núcleo del Estado mexicano, la de Zapata fue una imágen catapultada con inusitado éxito mediático a nivel literalmente global a través del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en 1994, pasando a convertirse, de líder y símbolo de la lucha campesina y agrarista en la revolución mexicana y en las luchas de guerrilla rural y urbana durante los 40, los 50, los 60 y 70, a figura de la resistencia global anti-sistema bajo su sigular transformación o simbiosis con el rostro del ya archiconocido Subcomandante Marcos.

De líder campesino a ícono global anti-sistema; de portador de armas y fusil, a imágen emblemática de la metafísica retórica indigenista postmoderna y de la resistencia otro-mundo-es-posible, como la utilizada por el ridículo e insufrible poeta radical y ético Eduardo Galeano cuando, en uno de sus artículos de ocurrencias, tuvo la simpatía ética de hacer el juego de palabras para referirse al irakí que lanzó su zapato a Bush en el ya mundialmente conocido percance en Irak, y lo llamó, atención: el zapatista de Irak.

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Tanto Andrés Manuel López Obrador como Marcelo Ebrard, entre otros políticos nacionalistas y otras organizaciones de lucha popular y social, rescatan en sus discursos y acciones a la figura de Emiliano Zapata.

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El libro fundamental sobre Zapata es el ya clásico estudio de John Womack Jr. Zapata y la revolución mexicana, editado por vez primera por Siglo XXI en 1969 y con múltiples reediciones.

fuente- el revolucionario.org

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