Se me ha dibujado con todos sus entornos la playa con arrecifes y rocas agrestes, incrustadas en una colina al pie de Kibamba, base principal de la guerrilla en el Congo que el Che respaldó al frente de un pequeño contingente de unos 140 combatientes cubanos durante ocho meses en 1965.
A casi medio siglo de aquella gesta que marcó el inicio de la participación de la joven Cuba revolucionaria en el proceso de la descolonización de África y la consolidación de su independencia de las potencias europeas, los lejanos recuerdos, algunos de ellos ya hechos jirones, regresan hoy con fuerza a mi mente.
Avanzado el amanecer del 24 de abril de 1965, Ernesto “Che” Guevara de la Serna, muy sereno y con su pipa apagada en ristre, avanzaba hacia horizontes desconocidos en una embarcación azarosa, precaria. A bordo junto a él iba una decena de cubanos que luego formarían la columna que el Comandante Fidel Castro envió al Congo.
Era la primera expedición armada de Cuba, inspirada en los principios de la solidaridad con la lucha por la liberación de África tras un siglo de brutal dominio de Europa occidental sobre las tierras del continente-cuna de la Humanidad.
La Revolución Cubana en su infancia y con apenas seis años en el poder, demostró así su elevado sentido de altruismo, abnegación y desinterés basado en los principios martianos: “Sangrando juntos de la misma herida ha de hacer a los hombres súbitamente amigos”.
Antes de la salida del sol, avizoramos la orilla del inmenso Lago Tanganica, tras más de 5 horas de navegación desde la ciudad de Kigoma en territorio tanzano, frontera lacustre con la República Democrática del Congo. Habíamos navegado 55 kilómetros, que constituyen el ancho de ese majestuoso “mar interior” que baña cuatro países africanos.
Para avisar de nuestra proximidad a la base de apoyo de Kibamba, los pocos congoleses que acompañamos al Che entonamos canciones de la rebeldía. “Qué locura todo este barullo “, se indignaron los cubanos al temer un ataque sorpresivo en pleno lago, mucho antes de alcanzar el punto de desembarque.
Cantar era necesario como medio de comunicación con los combatientes congoleses apostados con armas automáticas en la playa para cuidar la base principal del movimiento insurreccional liderado por Laurent-Désire Kabila.
Este gran dirigente africano fue quien había solicitado la asistencia de Cuba al movimiento de liberación congolés creado para culminar el proceso de la independencia, amenazado por las veleidades de las grandes metrópolis occidentales y su afán de reconquistar el control de un país dotado de recursos naturales fabulosos.
“Soy el Che”, me reveló en tono confidencial el legendario guerrillero de la Sierra Maestra al agregar… “Regresa rápidamente a Tanzania para informar a Kabila de que estoy en el Congo”…
“Escándalo internacional, fue con esta frase lapidaria que le contesté a esta figura epónima, que irradia una determinación y un valor pocos comunes y siempre dispuesto a ofrecer el ejemplo antes de exigir a sus subalternos algo que requiera esfuerzos específicos. Dí mi palabra al Che de que jamás lo defraudaría y que NO habría traición. También le prometí que velaría por una discreción absoluta en relación con su presencia en al selva del Congo”.
Retomé el camino de regreso a Kigoma, sitio desde donde partimos al cruzar nuevamente el ancho Lago Tanganica con sus aguas tan turbulentas como las de un océano cualquiera. Nací a orilla del mismo lago en Kalemie y desde niño había aprendido a nunca temerlo. Con suma cautela relaté a Kabila en privado la presencia del Che en la guerrilla así como de los cubanos bajo su mando. El secreto se mantuvo herméticamente durante meses hasta tanto el propio Che lo comunicó a las autoridades de Tanzania, nuestra retaguardia y país por donde transitó sin desvelar su identidad hasta la llegada al Congo.
El Che que humildemente asumió la tercera posición en la cadena de mando del destacamento (una compañía de poco más de 140 cubanos) fue muy activo desde su llegada a estas tierras africanas.
Sus tareas fueron múltiples: organizar las filas de los combatientes mediante una fusión de las unidades combatientes congolesas y cubanas. Se desempeñaba al mismo tiempo como profesor de francés para los cubanos, atendía a los enfermos nativos y aprendía el suajili, idioma africano más hablado al este y centro del continente africano. Guía y Jefe, tuvo personalmente participación en varios combates.
Durante su estadía en el Congo que culmina hacia finales de noviembre al colapsar la rebelión lumumbista de Laurent-Desiré Kabila, el Che había dejado huellas imborrables en los corazones de los habitantes de las montañas y llanuras por las que condujo a sus hombres en acciones armadas. El cariño, la admiración y el respeto de todos esos poblados perduraron largos años y aún nos llegan ecos sonoros del paso de este gigante siempre al servicio de los humildes.
Cinco cubanos anegaron con su sangre el suelo congolés. Todos ellos con armas frente a un enemigo mejor pertrechado con aviación moderna, marina y fuerzas terrestres apoyadas por batallones de mercenarios blancos, reclutados en Europa, Estados Unidos y Sudáfrica, bajo la férula del régimen del Apartheid.
Al comandante Che Guevara le juramos fidelidad desde el principio y le dimos las gracias por su sacrificio, enseñanzas y el ejemplo que inspiraron a Mzee Laurent-Désiré Kabila a continuar la lucha guerrillera hasta el triunfo, decenios después de que el ilustre hijo de Argentina y Cuba se hubiera marchado de las praderas y montañas de la selva congolesa.
Kabila, cuyo busto se yergue en el parque de los próceres de la independencia del África, que Cuba honra en un sitio céntrico de La Habana, había heredado del Che la intransigencia frente al enemigo, la perseverancia y el amor al pueblo. Fue vilmente asesinado el 17 de enero de 2001, con apenas tres años en la presidencia de la República Democrática del Congo, al culminar con su sacrificio supremo una larga trayectoria de lucha sin tregua contra la dictadura de Joseph Mobutu, al servicio de Estados Unidos, Bélgica y otras naciones de Europa que hasta hoy no cejan en su sed de reconquistar el Africa.
*Godefroid Tchamlesso Diur, combatiente congoleño junto al Che Guevara y Laurent Desiré Kabila, estudió periodismo en Cuba, donde vivió 32 años, 26 de los cuales trabajó en la agencia de noticias Prensa Latina, cumpliendo varias misiones en el exterior. Cuando en 1997 Laurent Desiré Kabila derrotó a Joseph Mobutu, Tchamlesso regresó a su país donde fue Ministro de Defensa y Seguridad y al ser asesinado su ex compañero Kabila, fue embajador en Angola. Hoy radica entre Kinshasa y La Habana.
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