lunes, 8 de marzo de 2010

Cien años por la igualdad

A propósito del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, este año las mujeres tenemos que reflexionar en torno a nuestros derechos en todos los ámbitos, como una forma de reconocer la lucha que hace cien años emprendieron las mujeres socialistas de 17 países, en Copenhague, Dinamarca, dando nacimiento a lo que hoy conocemos como Día Internacional de la Mujer, originalmente Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Es vital dimensionar qué ha pasado en esta primera centuria de lucha por los derechos de las mujeres, por los derechos que no tienen otro fin sino el reconocimiento a la igualdad de más de la mitad de la población del mundo.



Aunque pareciera trillado, es necesario recordar las razones –simples o complicadas- que dieron origen la demanda permanente, a la exigencia de derechos “exclusivos” para las mujeres, a las acciones afirmativas y más tarde a políticas públicas con perspectiva de género.

Es necesario seguir explicando cómo las diferencias biológicas entre hombres y mujeres generan desigualdades sociales, muchas veces de manera dramática en la vida y desarrollo de las mujeres. Muchos de los ejemplos han sido contados miles de ocasiones, hemos reflexionado una y otra vez, pero siguen en la superficie y no en la conciencia de las mayorías, en tanto las cúpulas de poder y quienes toman decisiones tienen siempre la excusa perfecta para no incluir a las mujeres, pese a los costos –humanos, políticos, sociales y económicos- que la desigualdad provoca.

A costa de la vida de las mujeres, la derecha representada por Acción Nacional convertido en gobierno, el Partido Revolucionario Institucional sin definición y actuando por conveniencia política y una supuesta izquierda representada en el Partido de la Revolución Democrática en algunas entidades, decidieron en el último año conculcar el derecho a decidir de las mujeres, el aborto se convirtió en un delito y varias decenas de mujeres están hoy purgando penas en las cárceles de alguna entidad mexicana.

Las diferencias que generan desigualdades sociales se pueden documentar desde antes del nacimiento, cuando las parejas “esperan un niño” y bajo el neutro genérico ocultan su deseo de que el producto de un embarazo sea una niña.

Lo que vivimos hoy, como la violencia cuyas cifras y tamaños nos horrorizan y ponen a temblar, es resultado de esa educación machista que va encaminada a resolver los problemas con el uso de las armas, el ejercicio de los puños o la violencia verbal, “enseñanza” que empieza cuando le decimos a los niños que no pueden actuar de forma cobarde, que tienen que ser valientes y nunca llorar porque “chillar es cosa de niñas” e, incluso, que no pueden usar determinados colores como el rosa porque ofenden su infantil hombría.

La desigualdad entre mujeres y hombres tiene costos brutales en la vida y felicidad de las personas, las noticias cotidianas están cargadas de esa condición de lo que debe ser un hombre y lo que debe ser una mujer, bajo el sistema patriarcal.

La supuesta superioridad de ellos sobre ellas, arroja cifras que nos siguen helando la conciencia, más cuando la impunidad es el signo de las instancias gubernamentales, como sucede en Oaxaca donde la violencia se incrementa y no hay ningún tipo de justicia para las mujeres. Ya se empiezan a olvidar las tropelías de Ulises Ruiz quien está por terminar su mandato, menos se piensa en las casi mil 500 mujeres asesinadas en los últimos 10 años y desde la institución legislativa se sigue negando la existencia del feminicidio. Ya casi nadie recuerda el ejemplo de impunidad en que ha permanecido la desaparición forzada de Virginia y Daniela Ortiz Ramírez ocurrida hace ya 30 meses. Y qué decir de la impunidad que viven las parejas de servidores públicos o de hombres con algún tipo de poder que se enfrentan a un sistema protector de los maltratadores, como sucede en el caso de Carmen Santiago y de Leticia Ortiz.

Las diferencias entre mujeres y hombres se manifiestan dramáticamente en fenómenos como el analfabetismo o en los estudios truncados, que en pleno siglo XXI pasa en la vida de las personas en todo el país y cuyas cifras más graves se reflejan como es de imaginarse en las mujeres. Es real y persiste en muchas comunidades mexicanas –a 200 años de la Independencia y 100 de la revolución- la idea de que ellas no deben estudiar porque alguien las va a mantener, lo mismo sucede con la herencia o derechos sobre la tierra que les son negados a las mujeres creyendo que siempre habrá un hombre a su lado, como si ellas no tuvieran capacidad de ejercer su independencia en todo sentido y desarrollar su propia vida.

El sistema político mexicano que le otorgó la ciudadanía a las mujeres hace apenas un poco más de medio siglo, sigue viendo en ellas a las menos capacitadas y pretende seguir tutelando su vida y sus derechos. De otra forma no se pueden explicar la escasa representación política de las mujeres y el fenómeno del parentesco o herencia de los cargos de representación popular como sucede en Oaxaca, donde la política es cosa de familia, en partidos de derecha, centro o izquierda.

El ámbito laboral también es motivo de reflexión. Las cifras de desempleo son mayores para ellas, las mujeres ganan menos dinero que los hombres aunque estén mejor preparadas o desempeñen el mismo trabajo y es menor la cantidad de mujeres que ocupan cargos de toma de decisión dentro de una estructura gubernamental, así como en el sector privado.

Los daños colaterales de la desigualdad son muchos y más profundos de lo que podríamos imaginarnos, sus manifestaciones son grotescas. Ahí tenemos el caso de las guarderías subrogadas y lo que ya es “oficial” según la Corte que habla de un incumplimiento del Estado Mexicano, ¿con quiénes? Sin duda que con la infancia, pero sobre todo con las mujeres, con las madres que son quienes ocupan esos servicios, mujeres que trabajan y que contribuyen con este país. Cuál de todos los responsables irá a la cárcel. Quién va a ser detenido, quién va a pagar por el asesinato de 49 niños y niñas.

Por eso es fundamental no quitar el dedo del renglón y no dejar de señalar las diferencias que provocan la permanente violación a los derechos de las mujeres, cien años han pasado y todavía falta mucho por avanzar, pero sobre todo pienso no debemos permitir ningún retroceso en la herencia que nos dejaron nuestras ancestras, que como nosotras, creyeron que otro mundo es posible y que sí existe otro modo de ser humano y libre, como planteaba Rosario Castellanos.

fuente- revolucionemos oaxaca

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