lunes, 08 de noviembre de 2010
Reynaldo González Villalonga
1917 –7 de Noviembre– 2010 : Aniversario 93 del Triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre
El hecho cierto y, a la vez amargo, de que a principios de la década de los años 90 del pasado siglo desapareciera la Unión Soviética y, por extensión, los países que integraban el campo socialista de Europa del Este, no quiere decir que vayamos a pasar por alto la conmemoración del Aniversario 93 del Triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
Considerado uno de los acontecimientos más trascendentales en la historia de la humanidad, la toma del Palacio de Invierno, el 7 de noviembre de 1917, al ritmo de los cañonazos admonitorios del crucero Aurora, dio origen al Primer Estado de Obreros y Campesinos del orbe.
Antes de esa fecha, la Rusia zarista era el eslabón más débil en la cadena del capitalismo mundial. Extendido a todas las latitudes e impuesto a miles de millones de habitantes, dicho sistema, explotador y represivo, estaba basado en la propiedad privada sobre los medios de producción y en su voracidad sin límites mediante guerras de rapiña por nuevos repartos de territorios y riquezas.
El advenimiento de la vigésima centuria trajo consigo el desarrollo nunca antes visto de las fuerzas productivas, posibilitando con su empuje el paso del capitalismo a su fase superior, el imperialismo.
Bajo el signo del monopolio, la desigualdad era característica del propio auge del capitalismo, y las contradicciones internas del sistema provocaron la conflagración entre los Estados, lo que tuvo su más connotada expresión durante la Primera Guerra Mundial.
Desde finales del siglo XIX, el genial Vladimir Ilich Lenin había fundado un partido de nuevo tipo, fiel a los principios teóricos de Marx y Engels, capaz de guiar acertadamente la lucha de los obreros y campesinos de la Rusia zarista contra los capitalistas y señores feudales.
Con clara visión, Lenin había inerpretado el momento histórico concreto en que se desarrollaba la lucha de clases, sin dejar de tener en cuenta la existencia de las condiciones objetivas y subjetivas que propiciaran una situación revolucionaria.
Tal premisa era indispensable para iniciar la lucha por la toma del poder político, implantar la dictadura del proletariado e iniciar la construcción del socialismo en el vasto territorio que representaba la sexta parte del mundo.
Extraordinaria tarea en aquella etapa convulsa y difícil
En contra de los revisionistas de izquierda y de derecha, Lenin entendía que la revolución debía triunfar en un país y no simultáneamente en varios.
Para ello se basaba en el hecho cierto de que el centro de la lucha revolucionaria no radicaba en los países occidentales, como lo fue muy avanzado en la segunda mitad de la decimonona centuria. Es que a finales de ese período y el siguiente, ya el pensamiento y la actividad revolucionaria comenzaba a desplazarse hacia el Oriente, particularmente a Rusia.
Tal desplazamiento estaba condicionado por cambios radicales producidos en la economía del País de los Zares. Ya a finales de dicha centuria cobraba rápido auge el capitalismo con una decena de milles de obreros asalariados, industriales y agrícolas en fomento constante, unido al surgimiento de diversas asociaciones monopolizas, con la fusión del capital bancario con el industrial.
Las jornadas de 12 y 14 jornadas diarias estaban caracterizadas por el hambre sin límites, producto de la violenta explotación a que era sometida la clase obrera rusa, no se hizo esperar la formación de un cuantioso ejército de desocupados, disminuyendo a la par los volúmenes salariales y empeorando en proporción geométrica los medios de alimentación y vivienda.
No era mejor la situación del campesinado pobre. Los señores feudales, dueños de la mayor parte de las tierras cultivables, mantenían un régimen despiadado de servidumbre medieval. El hambre y la miseria eran compañeros inseparables en el inmenso territorio.
Hay un hecho que vino a agudizar todas las contradicciones sociales de la Rusia zarista: la guerra con Japón en 1904, la que aceleró al máximo los acontecimientos revolucionarios. Pero el país no estaba preparado para la guerra. Las pretensiones del zarismo, encaminadas a abortar la revolución en ciernes, van mucho más allá con una supuesta “victoria fácil” sobre Japón, serían adquiridas nuevas colonias y nuevos mercados de venta. Todo este ilusorio empeño se estrelló con la derrota de los frentes orientales, debido mayormente a la incapacidad de sus generales y almirantes.
Esa derrota repercutió profundamente sobre la clase obrera rusa, puesto que trajo por consiguiente del hambre y la miseria.
El domingo 9 de enero de 1905 (22 de enero para Occidente), miles de obreros de San Petersburgo se dirigieron al Palacio de Invierno para exhortar al Zar a que concediera la libertad al país, además de la amnistía para los presos políticos, libertades sociales, entrega de la tierra al pueblo y convocatoria a la Asamblea Constituyente. La respuesta fue el tronar de los fusiles y de las ametralladoras de las tropas reales, con el trágico saldo de más de 2 mil muertos y heridos.
El “domingo sangriento“, como fue denominado, sirvió para que las masas comprendieran que no quedaba otro camino que la lucha revolucionaria contra el zarismo opresor.
Refiriéndose a la Revolución de 1905, pese a su contenido burgués en lo que el proletariado ruso, encabezado por su partido de vanguardia, comprendió que estaba preparado para empeños mayores en el futuro. Lenin lo califico como “un ensayo general para sin el cual no hubiera sido posible el triunfo de la Revolución de Octubre”.Y tenía razón, por cuanto esa acción sirvió paa eliminar una buena parte de los vestigios zaristas y “aligerar la lucha por el socialismo”.
Dentro de la estrategia trazada, el revés de 1905 motivo un repliegue momentáneo, para organizar los contingentes obreros y cobrar nuevos bríos, como se demostraría palpablemente. Se preparaba la lucha decisiva contra el zarismo.
El capitalismo ruso, en alianza con el poder monárquico, en su afán de aplicar una política exterior de rapiña, llevó al país a la entrada de la Primera Guerra Mundial, lo que sirvió como factor detonante para revolucionar a las masas y contribuir a socavar el régimen autocrático.
Todos estos hechos crearon una situación revolucionaria en el eslabón de la cadena capitalista mundial.
Estaban dadas las condiciones objetivas y subjetivas para desatar la revolución social en su más elevado exponente. Lenin y su partido de nuevo tipo aprovecharon muy bien la coyuntura del momento histórico concreto que vivía el país-
La Revolución de febrero de 1917 fue coronada por el éxito. Pero el poder compartido por bolcheviques y mencheviques y socialistas revolucionarios,tenía que ser definido a favor de un solo bando. Esta última coalición, en cobarde maniobra, entregó el poder a la burguesía, la cual formó el Gobierno Provisional, contrario a los verdaderos intereses populares.
La jugada de los contrarrevolucionarios estaba muy clara: yugular a la revolución; liquidar, en suma, las conquistas del pueblo y propiciar la continuación de la guerra imperialista. Pero el otro grupo, el de los bolcheviques, con Lenin al frente, apoyados por el prestigio obtenido entre la masa obrera durante la larga lucha contra el zarismo y la burguesía, especialmente durante la Revolución de 1905–1907, y la propia Revolución de febrero de 1917, se dio a la tarea de desenmascarar la maniobra contrarrevolucionria y entreguista del Gobierno Provisional. Se impuso entonces la transformación de la revolución democrático–burguesa en revolución socialista, formidable aporte leninista.
Se trataba de rebasar una etapa para entrar de lleno en la otra, más compleja y difícil. Pero imprescindible para alcanzar el triunfo definitivo. “Con plena conciencia de manera firme e inflexible, seguimos adelante hacia la revolución socialista, sabiendo que no está separada de la revolución democrático–burguesa por una muralla china, sabiendo que solo la lucha decidirá en qué grado conseguiremos avanzar”, exponía Lenin.
Para el genial conductor ruso estaba claro que el problema fundamental de toda revolución es el problema del poder estatal. Por ello, la consigna de “Todo el poder a los Soviets”, era la táctica correcta en los meses que precedieron a la Revolución Socialista de Octubre. “O Bien todo el poder a los Soviets, tanto en el centro como en las provincias, más la tierra a los campesinos de inmediato hasta tanto decida la Asamblea Constituyente, o bien los terratenientes y capitalistas frenarán todo, restablecerán el poder terrateniente, irritarán a los campesinos y harán desembocar las cosas en un levantamiento campesino terrible”, arguía Lenin.
Nunca antes un movimiento revolucionario se había trazado un propósito tan claro y definido como concebían Lenin y su Partido, vanguardia de la clase obrera rusa. El camino estaba expedito. Se había dado el primer paso hacia la toma del poder y ya no se podía retroceder.
Lenin apuntaba meridianamente: “Es indudable que la Revolución se halla en Rusia en un momento de viraje. La crisis ha madurado. Está en juego todo el porvenir de la revolución rusa. Está en juego todo el honor del Partido Bolchevique. Está en juego todo el porvenir de la revolución obrera internacional por el socialismo”.
Próximo el 25 de octubre, según el calendario gregoriano (7 de noviembre para Occidente), ya el máximo dirigente bolchevique se hallaba en San Petersburgo. Con energía y decisión vitales dirigió personalmente la lucha revolucionaria contra el Gobierno Provisional contrarrevolucionario, asentado en el Palacio de Invierno con Kerensky al frente.
El regimiento de Pavlovsk, de la Guardia, se había incorporado a las tropas revolucionarias y había recibido la orden de ocupar las calles adyacentes al Palacio de Invierno. A todas estas llegaron los marinos leales y se hicieron cargo inmediatamente de la situación. Cruzaron la plaza del Palacio en rápido e incontenible avance, arrastrando a su paso al regimiento de Pavlovks y a la Guardia y se concentraron delante del último reducto de la contrarrevolución. Con un golpe abrieron las enormes puertas e inundaron el interior del Palacio, venciendo la tenaz resistencia de los junkers –cadetes militares.
El Crucero Aurora había atracado días antes en la rada de San Petersburgo. Su comandante en jefe, leal a la causa obrera, había recibido la orden de apuntar con sus cañones al Palacio de Invierno. Entrada la noche, vísperas del 7 de noviembre,la metralla no se hizo esperar en tanto que los marinos y demás soldados bolcheviques ocupaban con rapidez el Palacio.
Al amanecer, la victoria coronaba los esfuerzos de obreros y campesinos. Lenin, jubiloso, exclamaba:
“¡A los ciudadanos de Rusia! El Gobierno Provisional ha sido depuesto. El poder dell Estado ha pasado a manos del Comité Militar Revolucionario, que es un órgano del Soviet de diputados obreros y soldados de Petgrogrado y se encuentra al frente del proletariado y de la guarnición de la capital.
Los objetivos por los que ha luchado el pueblo están asegurados. ¿Viva la Revolución de los obreros, soldados y campesinos!”
Con el triunfo de la Revolución Socialista de Octubre variaba decisivamente el curso de la historia de la humanidad. La hazaña sin par de la clase obrera rusa convertía en realidad tangible y hermosa el sueño hasta entonces únicamente concebido en la mente de lo más avanzado y progresista del pensamiento humano.
De utopía en antaño, la concepción científica de un nuevo orden social cobraba forma preciosa, genial aporte de Vladimir Ilich Lenin. Las experiencia del pasado con sus reveses e inconsecuencias, no había sido en balde. La Comuna de París y otros hechos históricos habían servido de base para superar errores y equívocos.
Consumada la victoria, comenzaba una nueva era en la historia universal. La otrora Rusia zarista, feudal y atrasada, pese a la contrarrevolución interna, el bloqueo imperialista, la guerra civil, la derrotada invsión fascista y otros intentos desestabilizadores, propiciaba el establecimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y con su ejemplo imperecedero, inspiraba a los pueblos del Tercer Mundo a conquistar su propia independencia y soberanía.
Cuba, pequeña en extensión territorial, pero grande por su pueblo heroico, también recibió el legado de la Revolución Socialista de Octubre y, a pesar de la extinción de la Unión Soviética, es fiel a los postulados de Marx, Engels y Lenin.
Con la firme convicción de que pese a las amenazas, agresiones y recrudecimiento del bloqueo imperialista yanqui, el pueblo cubano y su Revolución Socialista, proseguirá su rumbo seguro hacia la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
Reynaldo González Villalonga
1917 –7 de Noviembre– 2010 : Aniversario 93 del Triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre
El hecho cierto y, a la vez amargo, de que a principios de la década de los años 90 del pasado siglo desapareciera la Unión Soviética y, por extensión, los países que integraban el campo socialista de Europa del Este, no quiere decir que vayamos a pasar por alto la conmemoración del Aniversario 93 del Triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
Considerado uno de los acontecimientos más trascendentales en la historia de la humanidad, la toma del Palacio de Invierno, el 7 de noviembre de 1917, al ritmo de los cañonazos admonitorios del crucero Aurora, dio origen al Primer Estado de Obreros y Campesinos del orbe.
Antes de esa fecha, la Rusia zarista era el eslabón más débil en la cadena del capitalismo mundial. Extendido a todas las latitudes e impuesto a miles de millones de habitantes, dicho sistema, explotador y represivo, estaba basado en la propiedad privada sobre los medios de producción y en su voracidad sin límites mediante guerras de rapiña por nuevos repartos de territorios y riquezas.
El advenimiento de la vigésima centuria trajo consigo el desarrollo nunca antes visto de las fuerzas productivas, posibilitando con su empuje el paso del capitalismo a su fase superior, el imperialismo.
Bajo el signo del monopolio, la desigualdad era característica del propio auge del capitalismo, y las contradicciones internas del sistema provocaron la conflagración entre los Estados, lo que tuvo su más connotada expresión durante la Primera Guerra Mundial.
Desde finales del siglo XIX, el genial Vladimir Ilich Lenin había fundado un partido de nuevo tipo, fiel a los principios teóricos de Marx y Engels, capaz de guiar acertadamente la lucha de los obreros y campesinos de la Rusia zarista contra los capitalistas y señores feudales.
Con clara visión, Lenin había inerpretado el momento histórico concreto en que se desarrollaba la lucha de clases, sin dejar de tener en cuenta la existencia de las condiciones objetivas y subjetivas que propiciaran una situación revolucionaria.
Tal premisa era indispensable para iniciar la lucha por la toma del poder político, implantar la dictadura del proletariado e iniciar la construcción del socialismo en el vasto territorio que representaba la sexta parte del mundo.
Extraordinaria tarea en aquella etapa convulsa y difícil
En contra de los revisionistas de izquierda y de derecha, Lenin entendía que la revolución debía triunfar en un país y no simultáneamente en varios.
Para ello se basaba en el hecho cierto de que el centro de la lucha revolucionaria no radicaba en los países occidentales, como lo fue muy avanzado en la segunda mitad de la decimonona centuria. Es que a finales de ese período y el siguiente, ya el pensamiento y la actividad revolucionaria comenzaba a desplazarse hacia el Oriente, particularmente a Rusia.
Tal desplazamiento estaba condicionado por cambios radicales producidos en la economía del País de los Zares. Ya a finales de dicha centuria cobraba rápido auge el capitalismo con una decena de milles de obreros asalariados, industriales y agrícolas en fomento constante, unido al surgimiento de diversas asociaciones monopolizas, con la fusión del capital bancario con el industrial.
Las jornadas de 12 y 14 jornadas diarias estaban caracterizadas por el hambre sin límites, producto de la violenta explotación a que era sometida la clase obrera rusa, no se hizo esperar la formación de un cuantioso ejército de desocupados, disminuyendo a la par los volúmenes salariales y empeorando en proporción geométrica los medios de alimentación y vivienda.
No era mejor la situación del campesinado pobre. Los señores feudales, dueños de la mayor parte de las tierras cultivables, mantenían un régimen despiadado de servidumbre medieval. El hambre y la miseria eran compañeros inseparables en el inmenso territorio.
Hay un hecho que vino a agudizar todas las contradicciones sociales de la Rusia zarista: la guerra con Japón en 1904, la que aceleró al máximo los acontecimientos revolucionarios. Pero el país no estaba preparado para la guerra. Las pretensiones del zarismo, encaminadas a abortar la revolución en ciernes, van mucho más allá con una supuesta “victoria fácil” sobre Japón, serían adquiridas nuevas colonias y nuevos mercados de venta. Todo este ilusorio empeño se estrelló con la derrota de los frentes orientales, debido mayormente a la incapacidad de sus generales y almirantes.
Esa derrota repercutió profundamente sobre la clase obrera rusa, puesto que trajo por consiguiente del hambre y la miseria.
El domingo 9 de enero de 1905 (22 de enero para Occidente), miles de obreros de San Petersburgo se dirigieron al Palacio de Invierno para exhortar al Zar a que concediera la libertad al país, además de la amnistía para los presos políticos, libertades sociales, entrega de la tierra al pueblo y convocatoria a la Asamblea Constituyente. La respuesta fue el tronar de los fusiles y de las ametralladoras de las tropas reales, con el trágico saldo de más de 2 mil muertos y heridos.
El “domingo sangriento“, como fue denominado, sirvió para que las masas comprendieran que no quedaba otro camino que la lucha revolucionaria contra el zarismo opresor.
Refiriéndose a la Revolución de 1905, pese a su contenido burgués en lo que el proletariado ruso, encabezado por su partido de vanguardia, comprendió que estaba preparado para empeños mayores en el futuro. Lenin lo califico como “un ensayo general para sin el cual no hubiera sido posible el triunfo de la Revolución de Octubre”.Y tenía razón, por cuanto esa acción sirvió paa eliminar una buena parte de los vestigios zaristas y “aligerar la lucha por el socialismo”.
Dentro de la estrategia trazada, el revés de 1905 motivo un repliegue momentáneo, para organizar los contingentes obreros y cobrar nuevos bríos, como se demostraría palpablemente. Se preparaba la lucha decisiva contra el zarismo.
El capitalismo ruso, en alianza con el poder monárquico, en su afán de aplicar una política exterior de rapiña, llevó al país a la entrada de la Primera Guerra Mundial, lo que sirvió como factor detonante para revolucionar a las masas y contribuir a socavar el régimen autocrático.
Todos estos hechos crearon una situación revolucionaria en el eslabón de la cadena capitalista mundial.
Estaban dadas las condiciones objetivas y subjetivas para desatar la revolución social en su más elevado exponente. Lenin y su partido de nuevo tipo aprovecharon muy bien la coyuntura del momento histórico concreto que vivía el país-
La Revolución de febrero de 1917 fue coronada por el éxito. Pero el poder compartido por bolcheviques y mencheviques y socialistas revolucionarios,tenía que ser definido a favor de un solo bando. Esta última coalición, en cobarde maniobra, entregó el poder a la burguesía, la cual formó el Gobierno Provisional, contrario a los verdaderos intereses populares.
La jugada de los contrarrevolucionarios estaba muy clara: yugular a la revolución; liquidar, en suma, las conquistas del pueblo y propiciar la continuación de la guerra imperialista. Pero el otro grupo, el de los bolcheviques, con Lenin al frente, apoyados por el prestigio obtenido entre la masa obrera durante la larga lucha contra el zarismo y la burguesía, especialmente durante la Revolución de 1905–1907, y la propia Revolución de febrero de 1917, se dio a la tarea de desenmascarar la maniobra contrarrevolucionria y entreguista del Gobierno Provisional. Se impuso entonces la transformación de la revolución democrático–burguesa en revolución socialista, formidable aporte leninista.
Se trataba de rebasar una etapa para entrar de lleno en la otra, más compleja y difícil. Pero imprescindible para alcanzar el triunfo definitivo. “Con plena conciencia de manera firme e inflexible, seguimos adelante hacia la revolución socialista, sabiendo que no está separada de la revolución democrático–burguesa por una muralla china, sabiendo que solo la lucha decidirá en qué grado conseguiremos avanzar”, exponía Lenin.
Para el genial conductor ruso estaba claro que el problema fundamental de toda revolución es el problema del poder estatal. Por ello, la consigna de “Todo el poder a los Soviets”, era la táctica correcta en los meses que precedieron a la Revolución Socialista de Octubre. “O Bien todo el poder a los Soviets, tanto en el centro como en las provincias, más la tierra a los campesinos de inmediato hasta tanto decida la Asamblea Constituyente, o bien los terratenientes y capitalistas frenarán todo, restablecerán el poder terrateniente, irritarán a los campesinos y harán desembocar las cosas en un levantamiento campesino terrible”, arguía Lenin.
Nunca antes un movimiento revolucionario se había trazado un propósito tan claro y definido como concebían Lenin y su Partido, vanguardia de la clase obrera rusa. El camino estaba expedito. Se había dado el primer paso hacia la toma del poder y ya no se podía retroceder.
Lenin apuntaba meridianamente: “Es indudable que la Revolución se halla en Rusia en un momento de viraje. La crisis ha madurado. Está en juego todo el porvenir de la revolución rusa. Está en juego todo el honor del Partido Bolchevique. Está en juego todo el porvenir de la revolución obrera internacional por el socialismo”.
Próximo el 25 de octubre, según el calendario gregoriano (7 de noviembre para Occidente), ya el máximo dirigente bolchevique se hallaba en San Petersburgo. Con energía y decisión vitales dirigió personalmente la lucha revolucionaria contra el Gobierno Provisional contrarrevolucionario, asentado en el Palacio de Invierno con Kerensky al frente.
El regimiento de Pavlovsk, de la Guardia, se había incorporado a las tropas revolucionarias y había recibido la orden de ocupar las calles adyacentes al Palacio de Invierno. A todas estas llegaron los marinos leales y se hicieron cargo inmediatamente de la situación. Cruzaron la plaza del Palacio en rápido e incontenible avance, arrastrando a su paso al regimiento de Pavlovks y a la Guardia y se concentraron delante del último reducto de la contrarrevolución. Con un golpe abrieron las enormes puertas e inundaron el interior del Palacio, venciendo la tenaz resistencia de los junkers –cadetes militares.
El Crucero Aurora había atracado días antes en la rada de San Petersburgo. Su comandante en jefe, leal a la causa obrera, había recibido la orden de apuntar con sus cañones al Palacio de Invierno. Entrada la noche, vísperas del 7 de noviembre,la metralla no se hizo esperar en tanto que los marinos y demás soldados bolcheviques ocupaban con rapidez el Palacio.
Al amanecer, la victoria coronaba los esfuerzos de obreros y campesinos. Lenin, jubiloso, exclamaba:
“¡A los ciudadanos de Rusia! El Gobierno Provisional ha sido depuesto. El poder dell Estado ha pasado a manos del Comité Militar Revolucionario, que es un órgano del Soviet de diputados obreros y soldados de Petgrogrado y se encuentra al frente del proletariado y de la guarnición de la capital.
Los objetivos por los que ha luchado el pueblo están asegurados. ¿Viva la Revolución de los obreros, soldados y campesinos!”
Con el triunfo de la Revolución Socialista de Octubre variaba decisivamente el curso de la historia de la humanidad. La hazaña sin par de la clase obrera rusa convertía en realidad tangible y hermosa el sueño hasta entonces únicamente concebido en la mente de lo más avanzado y progresista del pensamiento humano.
De utopía en antaño, la concepción científica de un nuevo orden social cobraba forma preciosa, genial aporte de Vladimir Ilich Lenin. Las experiencia del pasado con sus reveses e inconsecuencias, no había sido en balde. La Comuna de París y otros hechos históricos habían servido de base para superar errores y equívocos.
Consumada la victoria, comenzaba una nueva era en la historia universal. La otrora Rusia zarista, feudal y atrasada, pese a la contrarrevolución interna, el bloqueo imperialista, la guerra civil, la derrotada invsión fascista y otros intentos desestabilizadores, propiciaba el establecimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y con su ejemplo imperecedero, inspiraba a los pueblos del Tercer Mundo a conquistar su propia independencia y soberanía.
Cuba, pequeña en extensión territorial, pero grande por su pueblo heroico, también recibió el legado de la Revolución Socialista de Octubre y, a pesar de la extinción de la Unión Soviética, es fiel a los postulados de Marx, Engels y Lenin.
Con la firme convicción de que pese a las amenazas, agresiones y recrudecimiento del bloqueo imperialista yanqui, el pueblo cubano y su Revolución Socialista, proseguirá su rumbo seguro hacia la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
fuente- giron.cu
No hay comentarios:
Publicar un comentario