¿Qué es ser de izquierda, si se aceptan razones tales como que la división del sujeto es incurable, que el plus de goce no es cancelable históricamente por ninguna dialéctica de superación, que la labor de repetición de la pulsión de muerte horada los espejismos de progreso de cualquier civilización, que la política y el discurso del Amo mantienen la voluntad de que la cosa marche, que la Revolución es el retorno de lo mismo al mismo lugar y, a veces, con consecuencias más mortíferas, que la singularidad del goce y el deseo no es subsumible en el “para todos lo mismo” de la cosa política? Podría seguir sumando razones, desde distintos lugares de la obra de Freud, la enseñanza de Jacques Lacan y la orientación de Jacques-Alain Miller, que muestran cómo los llamados fundamentos de la izquierda quedan perforados en su suelo ontológico más seguro cuando se confrontan a la lógica del discurso analítico.
Tal vez estas razones provocaron que muchos lacanianos se hayan apartado de los caminos trazados históricamente por la izquierda. Muchos colegas han construido una sabiduría escéptica en materia política, o un conservadurismo lúcido, o una lectura irónica y en diagonal. Escucho, respeto y aprendo de ello, pero mi posición es que se puede, con la enseñanza de Lacan:
- Primero, dar cuenta de la derrota de la izquierda a escala mundial a partir de los setenta, indagarla en la fantasmática que, incluso después de que la derrota se consumó, la dominaba.
- Segundo, ofrecer al marxismo un lugar para hacer su duelo, teniendo en cuenta que el lugar donde verdaderamente se hace el duelo es fuera del hogar: la única teoría materialista que, en el siglo XXI, sigue proponiéndose pensar una práctica que opere sobre lo real imposible, es la enseñanza de Lacan.
- Tercero, estos propósitos se sostienen sin ningún fundamento: Lacan no puede ser un nuevo fundamento para la izquierda; es su “desfundamentación”, la demostración de que sólo la causa ausente es realmente operativa; se trata de una apuesta sin Otro y sin garantías. No obstante, esta apuesta considera que el capitalismo, a pesar de su movimiento circular y sin corte, aunque no se pueda deducir el lugar de su salida y no se pueda nombrar el ámbito donde sea factible esa salida, aunque no se disponga del nombre de aquello que viene después, aunque no exista ningún punto en el que se pueda designar en qué consiste una lucha anticapitalista, sin embargo el capitalismo no es una realidad eterna, necesaria y cuasinatural donde la condición humana se realice en su último escalón. Por el contrario, se trata una vez más de afirmar su carácter contingente y, por lo tanto, el advenimiento siempre posible de otra manera de ser con los otros, distinta a la que se conoce en el capitalismo.
- Por último, me gustaría recordar que ser de izquierda es considerar que la explotación de la fuerza de trabajo realizada en la forma de la mercancía es un insulto a la diferencia absoluta. Una cosa es aceptar la inquietante homología entre el plus de gozar y la plusvalía y otra es aceptar la explotación como si en sí misma fuera un rasgo más de la condición humana y, en la actualidad, a un paso de ser “fundamentada” por alguna disposición cerebral. La jerarquía del mercado no es la diferencia, sino su tergiversación numérica y equivalencial.
* Fragmento de una exposición en el Seminario Atlántico de Pensamiento, evento que tiene lugar desde 2005 en Las Palmas de Gran Canaria, España (www.seminarioatlantico.org). En la última edición participaron también Gianni Vattimo, Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, Paula Sibilia, Joan Busquets y Javier Tolentino.
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