Se cumplirán este 11 de septiembre, el aniversario número 37 del golpe de estado pinochetista al gobierno chileno legalmente constituido que estremeció al mundo, pero sobre todo la muerte del gran socialista, el Dr. Salvador Allende quien sigue viviendo en la memoria de una generación que admiramos a este gran estadista latinoamericano, como lo fue en su tiempo también Ernesto “Che” Guevara, dos grandes íconos latinoamericanistas, precursores de la lucha social del hombre nuevo que tanto le hace falta a este continente, inmerso en la aventura imperialista del poder económico a costa de un ejército de desposeídos, víctimas del poder imperial.
Los herederos de los ideales de Allende han aprendido la lección para realizar cambios profundos que el gran presidente amigo se propuso para obtener lo que su gobierno careció: alianzas para lograr las mayorías parlamentarias que estén a favor del pueblo y de los más necesitados y no se está lejos de lograrse ese objetivo, basta una mirada a casi todo el sur del continente: Bolivia, Uruguay, Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, Chile, ya casi todo el Cono Sur se pinta de rojo, símbolo del socialismo progresista del pueblo para el pueblo, ojala México algún día se atreva a voltear a ver ese gran Continente sur que se acerca a una justicia social que tanto falta hace, para la reivindicación de los desposeídos, de las bondades de un socialismo progresista para bien de la humanidad.
Como la genialidad de los dirigentes socialistas que surgieron en la década de los 30s, Salvador Allende tuvo una formación ideológica ecléctica, nunca se declaro marxista-leninista, ni cuando su partido el socialista lo hizo, diciendo: “yo no soy un teórico”, cuando asume la presidencia de la República, se dirigió a los trabajadores para pedirles que no lo llamaran su excelencia o señor presidente, sino compañero presidente, indicando que la tarea de Chile no es la tarea de un hombre, ni de un grupo de partidos (UP), la tarea es del pueblo organizado, disciplinado y consciente y diría: “yo no soy un caudillo, ni un mesías, ni un hombre providencial, soy un combatiente del pueblo que comprende que la unidad lleva en sí la posibilidad del triunfo del pueblo y no de un hombre, soy un militante del socialismo, un servidor del pueblo, un hombre que cumple una tarea, la tarea que el pueblo me ha dado”.
Qué grande es el abismo al voltear a ver a nuestros gobernantes y viendo la gran brecha que existe, lo contrario a las manecillas del reloj, Allende sembró los grandes cambios que necesitaba el país , como la nacionalización del cobre, la reforma agraria, además como dirigente político, como personaje histórico (como lo fue Luis Emilio Recabaren, considerado el padre del movimiento obrero de Chile, gran educador social) que además las masas acogieron sus palabras porque era de lenguaje claro, directo y sencillo y hablaba de asuntos que le interesaban a la gente saliendo al encuentro de las cosas en que el pueblo pensaba.
Cuatro veces candidato a presidente recorrió el país de norte a sur y de mar a cordillera, haciéndose presente desde la mañana a la medianoche, hasta en los más apartados rincones de su patria, Allende fue un político realista y responsable, convencido de la causa que enarbolaba y del llamado cambio pacífico que seguía el movimiento popular, decía: “Que quede claro, nosotros no buscamos la violencia”. A principios de 1971, una vez que se produce el triunfo electoral de la Unidad Popular en las elecciones municipales, en la que alcanzó más del 51% de los votos se dio un momento propicio por haber intentado modificar la composición de los mandos, alejando de las filas a los más reticentes o adversos del proyecto político de la Unidad Popular profundizando los cambios con los que se había iniciado.
La última página de de su vida alcanzó las altas cumbres del heroísmo, con serenidad, esa mañana del 11 de septiembre de 1973 se informo de todo y tomo decisiones, estando en su puesto de mando en la Moneda ya envuelta en llamas, exigiendo que se retiraran las mujeres entre ellas sus dos hijas: Beatriz e Isabel y su secretaria Miria Contreras, la Payita, quedando sólo con 40 colaboradores y miembros de su guardia personal, fijando posiciones de combate y empuñando su AK que le había regalado Fidel Castro y que solía mostrar orgullosamente, indicando que no saldría de la Moneda con sus propios pies y disipar hasta la última bala, en defensa de los derechos del pueblo y la legitimidad de su cargo, hay mucho de qué hablar no sólo de este gran estadista del proceso chileno y de la Unidad Popular, pero sobre todo de los aspectos negativos que desencadenaron el golpe militar que iremos dándole seguimiento en otros espacios de esta columna por el gran valor de los episodios tan entrañables para nuestra generación.
Corresponde ver la realidad, reconociendo que no fue menor la responsabilidad de la Unidad Popular, se podría decir que las limitaciones del presidente, derivadas de su propia formación, no eran el único obstáculo, el obstáculo principal estaba en la U.P. que ya había perdido su cohesión y en cuyo seno se habían conformado dos corrientes, una privilegiaba la lucha y la movilización de las masas populares en apoyo al gobierno en pro del estricto cumplimiento del programa y de la búsqueda de acuerdos con la Democracia Cristiana en torno a aquellas materias que requerían la aprobación del parlamento y la otra se declaraba partidaria de avanzar sin transar, de echarle para delante de cualquier manera, prescindiendo de la legalidad que el gobierno y los partidos de izquierda se habían comprometido a respetar y fuera de la cual, en las condiciones prevalecientes, no había ninguna posibilidad de ganar fuerzas, vencer las dificultades y avanzar.
En Salvador Allende solían chocar su firme propósito de llevar a cabo la revolución en democracia y libertad, con su decidido deseo de no permitir que la reacción retomara el poder para implementar un régimen contrario a la democracia. n
Por mi raza hablará el espíritu
Los herederos de los ideales de Allende han aprendido la lección para realizar cambios profundos que el gran presidente amigo se propuso para obtener lo que su gobierno careció: alianzas para lograr las mayorías parlamentarias que estén a favor del pueblo y de los más necesitados y no se está lejos de lograrse ese objetivo, basta una mirada a casi todo el sur del continente: Bolivia, Uruguay, Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, Chile, ya casi todo el Cono Sur se pinta de rojo, símbolo del socialismo progresista del pueblo para el pueblo, ojala México algún día se atreva a voltear a ver ese gran Continente sur que se acerca a una justicia social que tanto falta hace, para la reivindicación de los desposeídos, de las bondades de un socialismo progresista para bien de la humanidad.
Como la genialidad de los dirigentes socialistas que surgieron en la década de los 30s, Salvador Allende tuvo una formación ideológica ecléctica, nunca se declaro marxista-leninista, ni cuando su partido el socialista lo hizo, diciendo: “yo no soy un teórico”, cuando asume la presidencia de la República, se dirigió a los trabajadores para pedirles que no lo llamaran su excelencia o señor presidente, sino compañero presidente, indicando que la tarea de Chile no es la tarea de un hombre, ni de un grupo de partidos (UP), la tarea es del pueblo organizado, disciplinado y consciente y diría: “yo no soy un caudillo, ni un mesías, ni un hombre providencial, soy un combatiente del pueblo que comprende que la unidad lleva en sí la posibilidad del triunfo del pueblo y no de un hombre, soy un militante del socialismo, un servidor del pueblo, un hombre que cumple una tarea, la tarea que el pueblo me ha dado”.
Qué grande es el abismo al voltear a ver a nuestros gobernantes y viendo la gran brecha que existe, lo contrario a las manecillas del reloj, Allende sembró los grandes cambios que necesitaba el país , como la nacionalización del cobre, la reforma agraria, además como dirigente político, como personaje histórico (como lo fue Luis Emilio Recabaren, considerado el padre del movimiento obrero de Chile, gran educador social) que además las masas acogieron sus palabras porque era de lenguaje claro, directo y sencillo y hablaba de asuntos que le interesaban a la gente saliendo al encuentro de las cosas en que el pueblo pensaba.
Cuatro veces candidato a presidente recorrió el país de norte a sur y de mar a cordillera, haciéndose presente desde la mañana a la medianoche, hasta en los más apartados rincones de su patria, Allende fue un político realista y responsable, convencido de la causa que enarbolaba y del llamado cambio pacífico que seguía el movimiento popular, decía: “Que quede claro, nosotros no buscamos la violencia”. A principios de 1971, una vez que se produce el triunfo electoral de la Unidad Popular en las elecciones municipales, en la que alcanzó más del 51% de los votos se dio un momento propicio por haber intentado modificar la composición de los mandos, alejando de las filas a los más reticentes o adversos del proyecto político de la Unidad Popular profundizando los cambios con los que se había iniciado.
La última página de de su vida alcanzó las altas cumbres del heroísmo, con serenidad, esa mañana del 11 de septiembre de 1973 se informo de todo y tomo decisiones, estando en su puesto de mando en la Moneda ya envuelta en llamas, exigiendo que se retiraran las mujeres entre ellas sus dos hijas: Beatriz e Isabel y su secretaria Miria Contreras, la Payita, quedando sólo con 40 colaboradores y miembros de su guardia personal, fijando posiciones de combate y empuñando su AK que le había regalado Fidel Castro y que solía mostrar orgullosamente, indicando que no saldría de la Moneda con sus propios pies y disipar hasta la última bala, en defensa de los derechos del pueblo y la legitimidad de su cargo, hay mucho de qué hablar no sólo de este gran estadista del proceso chileno y de la Unidad Popular, pero sobre todo de los aspectos negativos que desencadenaron el golpe militar que iremos dándole seguimiento en otros espacios de esta columna por el gran valor de los episodios tan entrañables para nuestra generación.
Corresponde ver la realidad, reconociendo que no fue menor la responsabilidad de la Unidad Popular, se podría decir que las limitaciones del presidente, derivadas de su propia formación, no eran el único obstáculo, el obstáculo principal estaba en la U.P. que ya había perdido su cohesión y en cuyo seno se habían conformado dos corrientes, una privilegiaba la lucha y la movilización de las masas populares en apoyo al gobierno en pro del estricto cumplimiento del programa y de la búsqueda de acuerdos con la Democracia Cristiana en torno a aquellas materias que requerían la aprobación del parlamento y la otra se declaraba partidaria de avanzar sin transar, de echarle para delante de cualquier manera, prescindiendo de la legalidad que el gobierno y los partidos de izquierda se habían comprometido a respetar y fuera de la cual, en las condiciones prevalecientes, no había ninguna posibilidad de ganar fuerzas, vencer las dificultades y avanzar.
En Salvador Allende solían chocar su firme propósito de llevar a cabo la revolución en democracia y libertad, con su decidido deseo de no permitir que la reacción retomara el poder para implementar un régimen contrario a la democracia. n
Por mi raza hablará el espíritu
fuente- la jornada de aguascalientes
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