martes, 24 de julio de 2012

México: Las luchas que vienen


La economía de mercado es como un coliseo romano donde están las fieras del capital que se lanzan contra sus víctimas, para devorarlas y hacer añicos su futuro.

En un contexto nacional y estatal donde las y los jóvenes están siendo excluidos de las universidades públicas, la situación del país esta cancelando la viabilidad de un futuro promisorio a las generaciones de esta nueva centuria. En Guerrero, de acuerdo con la información de las autoridades educativas, para este ciclo escolar serán 8 mil los estudiantes rechazados y rechazadas en las instituciones educativas de nivel superior.
Es sumamente contradictorio lo que argumentan los funcionarios cuando profetizan que la educación es el mejor antídoto contra la delincuencia. Es pura venalidad, un discurso ramplón de políticos que no tienen ningún compromiso con la educación.
¿Que ven las y los jóvenes en la forma de ser y de actuar de la clase política? La identidad que han forjado, gracias a sus prácticas corruptas y a sus discursos falaces, está íntimamente vinculada con las formas más nefastas y deplorables que llega a tener un ser humano.
Los políticos carecen de ideales, y contrario a ello se dejan arrastrar por intereses personales. Sus prácticas no se inspiran en los valores supremos que dignifican a la persona humana, más bien, el motor de sus acciones son los negocios, las prerrogativas, los privilegios y el dinero fácil. Desconocen qué es la ética política y más bien denigran su esencia. La mayoría de ellos no tienen el perfil profesional idóneo que garantice un trabajo de calidad fundamentado en la ciencia y las nuevas tecnologías. Todo es improvisación, sentido común, empiria y un craso utilitarismo. Estamos lejos de ver a un representante popular que tenga la consistencia ideológica, científica y humanística para estar a la altura de los grandes desafíos que plantea una sociedad mayoritariamente joven, que cuenta con un alto grado de criticidad, compromiso y visión sobre los graves problemas nacionales.
Los políticos que hoy pululan en el país y en el estado no tienen otro discurso más que el sonsonete impuesto por la oligarquía, de que el Estado por si solo está imposibilitado de satisfacer las necesidades básicas de la población, por lo mismo, necesita de la intervención de actores privados guiados por la ley del mercado y la lógica de la ganancia para que reemplacen y suplanten a los gobernantes. En este sistema económico, no hay cabida para las poblaciones que han estado por décadas y siglos marginadas de los procesos desarrollistas implantados por la banca multilateral. Es imposible reducir la brecha de la desigualdad y construir una sociedad más justa, incluyente e igualitaria. Este sistema rapaz y enfermo de voracidad destruye el tejido comunitario porque explota y despoja a los más pobres. Los transforma en parias del gran capital.
La experiencia de los empobrecidos es que cada día que logran sobrevivir, su esfuerzo es más extenuante y frustrante porque sienten que se aleja más la posibilidad de tener un trabajo seguro, de poder hacerse de un patrimonio, de solventar los gastos para que los hijos estudien y de tener algún fondo o ahorro para enfrentar las emergencias y las adversidades de la vida. La tragedia más grande es vivir con la amenaza diaria de que mañana no hay ninguna seguridad de comer por lo menos una o dos veces al día.
Tomando en cuenta los estudios realizados por la CEPAL y la UNICEF, constatamos las enormes brechas de la desigualdad que se manifiestan con toda su crudeza entre los pueblos indígenas, sobre todo en los niños y adolescentes. Estas instituciones hablan de que en las comunidades indígenas de México hay más niños y niñas que adultos, llegando a representar el 45%. Ellos y ellas padecen de grandes privaciones; en un 88% no cuentan con vivienda digna. En el campo educativo el 22.8% de los niños indígenas y el 25% en las niñas no tiene acceso a la educación. En cuanto al acceso al agua el 67.5% de niños y niñas padecen los estragos de lo que representa la negación de este derecho. Por su parte, el censo del INEGI de 2010, en la Montaña de Guerrero, del total de 26 mil 219 jóvenes que se encuentran en la edad de 15 a 17 años, 15 mil 105 no van a la escuela, lo que representa el 57.67%. Registra a 65 mil 719 personas que no saben leer ni escribir, que corresponde al 18.71% de la población en general. El número de personas que no cuentan con derechohabiencia a servicios de salud es de 17 mil 88, es decir el 49.60%. De un total de 69 mil 578 viviendas el 24.10% tiene piso de tierra. En cuanto a disponibilidad de la luz eléctrica en las viviendas existe un 11.54% que no cuentan con este servicio. Sobre la disponibilidad de agua entubada el INEGI nos habla del 50.95% de viviendas que no cuentan con este líquido, y en cuanto a la disponibilidad de drenaje es el 52.25% que está excluido de este servicio.
Este panorama de la exclusión nos habla del rotundo fracaso del modelo económico imperante. En si mismo este sistema conlleva destrucción y muerte para las mayorías. La economía de mercado es como un coliseo romano donde están las fieras del capital que se lanzan contra sus víctimas, para devorarlas y hacer añicos su futuro. La dictadura del mercado siempre hace ganar a los dueños del capital y obviamente los grandes perdedores en todo momento serán los trabajadores y trabajadoras.
Para afianzar el éxito de la clase empresarial, las instituciones gubernamentales y los puestos estratégicos del poder político deben de estar en manos de grupos afines y leales al modelo económico. Por eso los procesos electorales no pueden ser ejercicios autónomos por parte de la ciudadanía, tienen necesariamente que existir órganos reguladores que representen y mediaticen los intereses de las mayorías. Los mismos partidos políticos, al margen de sus construcciones ideológicas, deben ser funcionales a este sistema. Se alienta la competencia electoral, la pluralidad política, siempre y cuando no se atente contra la sacralidad de este sistema que cuida con gran celo los intereses económicos y políticos de las oligarquías trasnacionales. Los colectivos y grupos organizados así como los líderes sociales y políticos, que cuestionan la forma como está construido este sistema político, son considerados como actores que ponen en riesgo la estabilidad y la legalidad dominante. Las posturas anti sistémicas son calificadas de radicales, extremistas y caóticas.
Los signos ominosos que hoy vemos en el país, con motivo de la elección presidencial, son la expresión más clara de cómo los grandes grupos económicos se las ingenian para delinquir en los mismos proceso electorales, con tal de no perder la silla presidencial, que es el centro neurálgico donde se tejen las redes mas disímbolas que tienen como marca registrada los negocios lícitos e ilícitos. Este sistema que en sí mismo genera desigualdad, no puede sostenerse social ni políticamente porque carece del respaldo de una población mayoritariamente pobre. Necesita echar mano de todas las marrullerías y operaciones mafiosas que permiten las leyes del mercado. Los negocios provenientes de la economía criminal son parte del engranaje de este sistema, son los soportes que están ocultos y camuflados dentro de las mismas instituciones que son expertas en lavar y blanquear el dinero ilícito. Los negocios del narcotráfico y el sin número de giros que maneja la delincuencia organizada, son los males necesarios para un sistema controlado por mafias políticas que siempre requieren de recursos financieros para tener el control de los cargos públicos.
Para los ciudadanos y ciudadanas el problema no se circunscribe únicamente a los votos emitidos en las urnas, sino a todo el engranaje urdido por una delincuencia electoral que se ha logrado enquistar dentro del sistema de partidos y que ha sabido sacar provecho de todo el entramado jurídico, que está hecho a imagen y semejanza de las cúpulas que ostentan el poder político y económico. Ante este control férreo, disfrazado con un modelo de democracia electoral, los ciudadanos y ciudadanas están emprendiendo luchas inéditas que van más allá de la disputa electoral. Las y los jóvenes que aspiran a ingresar a una institución educativa de nivel superior luchan por democratizar los medios de comunicación; se asumen como sujetos y actores sociales con una identidad propia; denuncian la inequidad de las pasadas elecciones; las acciones delincuenciales urdidas por un sin número de grupos empresariales. Luchan también contra la imposición de Peña Nieto como presidente de la República y forjan un nuevo movimiento cimentado en el ejercicio de sus libertades y en la firme determinación de participar en la construcción de un nuevo país.
En Guerrero, los jóvenes seguirán organizándose para exigir a las autoridades que garanticen su derecho a la educación; los campesinos sin pedir permiso desbordarán a las instituciones para protestar, tomar edificios y carreteras, como últimos recursos a su alcance para obligar que las autoridades cumplan con los compromisos contraídos. Los pueblos indígenas mantendrán firme su postura de no permitir que otros actores gubernamentales o empresariales decidan por ellos, con relación al manejo de sus recursos naturales, la defensa de sus territorios o la imposición de megaproyectos.
Los padres y madres de familia, cada día alzarán más la voz para emplazar al gobierno a que cumpla con sus obligaciones constitucionales de garantizar educación, salud, vivienda y empleo. Los maestros y maestras no cejarán en su lucha de defender una educación pública, gratuita y de rechazar cualquier propuesta que busque privatizarla.
Las mujeres desde sus propias trincheras, pelearán palmo a palmo los espacios políticos que les corresponden; continuarán desenmascarando las políticas y actitudes misóginas que se mantienen intocadas por parte de este sistema patriarcal. Los estudiantes normalistas de Ayotzinapa nunca dejarán de honrar la memoria de Jorge Alexis Herrera y de Gabriel Echeverría para exigir justicia y castigo a los autores materiales e intelectuales de estos crímenes atroces.
Las luchas pujantes de los pueblos campesinos e indígenas son para defender la raíz de la vida; el territorio comunal y todos los recursos naturales que son sagrados. Las luchas de las y los jóvenes son para acabar con este sistema obsoleto y excluyente; para impulsar la democracia participativa; para acabar con los privilegios y los cacicazgos; para forjar un Estado donde no haya más desaparecidos, ni torturados, ni jóvenes asesinados.
Las luchas que vienen en Guerrero son contra las mafias políticas que son las responsables de esta iniquidad y que tienen hasta el tope a una población indignada y encabronada.

fuente- kaos en la red

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