La economía de mercado es como un coliseo romano donde están las
fieras del capital que se lanzan contra sus víctimas, para devorarlas y
hacer añicos su futuro.
En un contexto nacional y estatal donde
las y los jóvenes están siendo excluidos de las universidades públicas,
la situación del país esta cancelando la viabilidad de un futuro
promisorio a las generaciones de esta nueva centuria. En Guerrero, de
acuerdo con la información de las autoridades educativas, para este
ciclo escolar serán 8 mil los estudiantes rechazados y rechazadas en las
instituciones educativas de nivel superior.
Es sumamente contradictorio lo que
argumentan los funcionarios cuando profetizan que la educación es el
mejor antídoto contra la delincuencia. Es pura venalidad, un discurso
ramplón de políticos que no tienen ningún compromiso con la educación.
¿Que ven las y los jóvenes en la forma
de ser y de actuar de la clase política? La identidad que han forjado,
gracias a sus prácticas corruptas y a sus discursos falaces, está
íntimamente vinculada con las formas más nefastas y deplorables que
llega a tener un ser humano.
Los políticos carecen de ideales, y
contrario a ello se dejan arrastrar por intereses personales. Sus
prácticas no se inspiran en los valores supremos que dignifican a la
persona humana, más bien, el motor de sus acciones son los negocios, las
prerrogativas, los privilegios y el dinero fácil. Desconocen qué es la
ética política y más bien denigran su esencia. La mayoría de ellos no
tienen el perfil profesional idóneo que garantice un trabajo de calidad
fundamentado en la ciencia y las nuevas tecnologías. Todo es
improvisación, sentido común, empiria y un craso utilitarismo. Estamos
lejos de ver a un representante popular que tenga la consistencia
ideológica, científica y humanística para estar a la altura de los
grandes desafíos que plantea una sociedad mayoritariamente joven, que
cuenta con un alto grado de criticidad, compromiso y visión sobre los
graves problemas nacionales.
Los políticos que hoy pululan en el país
y en el estado no tienen otro discurso más que el sonsonete impuesto
por la oligarquía, de que el Estado por si solo está imposibilitado de
satisfacer las necesidades básicas de la población, por lo mismo,
necesita de la intervención de actores privados guiados por la ley del
mercado y la lógica de la ganancia para que reemplacen y suplanten a los
gobernantes. En este sistema económico, no hay cabida para las
poblaciones que han estado por décadas y siglos marginadas de los
procesos desarrollistas implantados por la banca multilateral. Es
imposible reducir la brecha de la desigualdad y construir una sociedad
más justa, incluyente e igualitaria. Este sistema rapaz y enfermo de
voracidad destruye el tejido comunitario porque explota y despoja a los
más pobres. Los transforma en parias del gran capital.
La experiencia de los empobrecidos es
que cada día que logran sobrevivir, su esfuerzo es más extenuante y
frustrante porque sienten que se aleja más la posibilidad de tener un
trabajo seguro, de poder hacerse de un patrimonio, de solventar los
gastos para que los hijos estudien y de tener algún fondo o ahorro para
enfrentar las emergencias y las adversidades de la vida. La tragedia más
grande es vivir con la amenaza diaria de que mañana no hay ninguna
seguridad de comer por lo menos una o dos veces al día.
Tomando en cuenta los estudios
realizados por la CEPAL y la UNICEF, constatamos las enormes brechas de
la desigualdad que se manifiestan con toda su crudeza entre los pueblos
indígenas, sobre todo en los niños y adolescentes. Estas instituciones
hablan de que en las comunidades indígenas de México hay más niños y
niñas que adultos, llegando a representar el 45%. Ellos y ellas padecen
de grandes privaciones; en un 88% no cuentan con vivienda digna. En el
campo educativo el 22.8% de los niños indígenas y el 25% en las niñas no
tiene acceso a la educación. En cuanto al acceso al agua el 67.5% de
niños y niñas padecen los estragos de lo que representa la negación de
este derecho. Por su parte, el censo del INEGI de 2010, en la Montaña de
Guerrero, del total de 26 mil 219 jóvenes que se encuentran en la edad
de 15 a 17 años, 15 mil 105 no van a la escuela, lo que representa el
57.67%. Registra a 65 mil 719 personas que no saben leer ni escribir,
que corresponde al 18.71% de la población en general. El número de
personas que no cuentan con derechohabiencia a servicios de salud es de
17 mil 88, es decir el 49.60%. De un total de 69 mil 578 viviendas el
24.10% tiene piso de tierra. En cuanto a disponibilidad de la luz
eléctrica en las viviendas existe un 11.54% que no cuentan con este
servicio. Sobre la disponibilidad de agua entubada el INEGI nos habla
del 50.95% de viviendas que no cuentan con este líquido, y en cuanto a
la disponibilidad de drenaje es el 52.25% que está excluido de este
servicio.
Este panorama de la exclusión nos habla
del rotundo fracaso del modelo económico imperante. En si mismo este
sistema conlleva destrucción y muerte para las mayorías. La economía de
mercado es como un coliseo romano donde están las fieras del capital que
se lanzan contra sus víctimas, para devorarlas y hacer añicos su
futuro. La dictadura del mercado siempre hace ganar a los dueños del
capital y obviamente los grandes perdedores en todo momento serán los
trabajadores y trabajadoras.
Para afianzar el éxito de la clase
empresarial, las instituciones gubernamentales y los puestos
estratégicos del poder político deben de estar en manos de grupos afines
y leales al modelo económico. Por eso los procesos electorales no
pueden ser ejercicios autónomos por parte de la ciudadanía, tienen
necesariamente que existir órganos reguladores que representen y
mediaticen los intereses de las mayorías. Los mismos partidos políticos,
al margen de sus construcciones ideológicas, deben ser funcionales a
este sistema. Se alienta la competencia electoral, la pluralidad
política, siempre y cuando no se atente contra la sacralidad de este
sistema que cuida con gran celo los intereses económicos y políticos de
las oligarquías trasnacionales. Los colectivos y grupos organizados así
como los líderes sociales y políticos, que cuestionan la forma como está
construido este sistema político, son considerados como actores que
ponen en riesgo la estabilidad y la legalidad dominante. Las posturas
anti sistémicas son calificadas de radicales, extremistas y caóticas.
Los signos ominosos que hoy vemos en el
país, con motivo de la elección presidencial, son la expresión más clara
de cómo los grandes grupos económicos se las ingenian para delinquir en
los mismos proceso electorales, con tal de no perder la silla
presidencial, que es el centro neurálgico donde se tejen las redes mas
disímbolas que tienen como marca registrada los negocios lícitos e
ilícitos. Este sistema que en sí mismo genera desigualdad, no puede
sostenerse social ni políticamente porque carece del respaldo de una
población mayoritariamente pobre. Necesita echar mano de todas las
marrullerías y operaciones mafiosas que permiten las leyes del mercado.
Los negocios provenientes de la economía criminal son parte del
engranaje de este sistema, son los soportes que están ocultos y
camuflados dentro de las mismas instituciones que son expertas en lavar y
blanquear el dinero ilícito. Los negocios del narcotráfico y el sin
número de giros que maneja la delincuencia organizada, son los males
necesarios para un sistema controlado por mafias políticas que siempre
requieren de recursos financieros para tener el control de los cargos
públicos.
Para los ciudadanos y ciudadanas el
problema no se circunscribe únicamente a los votos emitidos en las
urnas, sino a todo el engranaje urdido por una delincuencia electoral
que se ha logrado enquistar dentro del sistema de partidos y que ha
sabido sacar provecho de todo el entramado jurídico, que está hecho a
imagen y semejanza de las cúpulas que ostentan el poder político y
económico. Ante este control férreo, disfrazado con un modelo de
democracia electoral, los ciudadanos y ciudadanas están emprendiendo
luchas inéditas que van más allá de la disputa electoral. Las y los
jóvenes que aspiran a ingresar a una institución educativa de nivel
superior luchan por democratizar los medios de comunicación; se asumen
como sujetos y actores sociales con una identidad propia; denuncian la
inequidad de las pasadas elecciones; las acciones delincuenciales
urdidas por un sin número de grupos empresariales. Luchan también contra
la imposición de Peña Nieto como presidente de la República y forjan un
nuevo movimiento cimentado en el ejercicio de sus libertades y en la
firme determinación de participar en la construcción de un nuevo país.
En Guerrero, los jóvenes seguirán
organizándose para exigir a las autoridades que garanticen su derecho a
la educación; los campesinos sin pedir permiso desbordarán a las
instituciones para protestar, tomar edificios y carreteras, como últimos
recursos a su alcance para obligar que las autoridades cumplan con los
compromisos contraídos. Los pueblos indígenas mantendrán firme su
postura de no permitir que otros actores gubernamentales o empresariales
decidan por ellos, con relación al manejo de sus recursos naturales, la
defensa de sus territorios o la imposición de megaproyectos.
Los padres y madres de familia, cada día
alzarán más la voz para emplazar al gobierno a que cumpla con sus
obligaciones constitucionales de garantizar educación, salud, vivienda y
empleo. Los maestros y maestras no cejarán en su lucha de defender una
educación pública, gratuita y de rechazar cualquier propuesta que busque
privatizarla.
Las mujeres desde sus propias
trincheras, pelearán palmo a palmo los espacios políticos que les
corresponden; continuarán desenmascarando las políticas y actitudes
misóginas que se mantienen intocadas por parte de este sistema
patriarcal. Los estudiantes normalistas de Ayotzinapa nunca dejarán de
honrar la memoria de Jorge Alexis Herrera y de Gabriel Echeverría para
exigir justicia y castigo a los autores materiales e intelectuales de
estos crímenes atroces.
Las luchas pujantes de los pueblos
campesinos e indígenas son para defender la raíz de la vida; el
territorio comunal y todos los recursos naturales que son sagrados. Las
luchas de las y los jóvenes son para acabar con este sistema obsoleto y
excluyente; para impulsar la democracia participativa; para acabar con
los privilegios y los cacicazgos; para forjar un Estado donde no haya
más desaparecidos, ni torturados, ni jóvenes asesinados.
Las luchas que vienen en Guerrero son
contra las mafias políticas que son las responsables de esta iniquidad y
que tienen hasta el tope a una población indignada y encabronada.
fuente- kaos en la red
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