Compartir la suerte de los migrantes implica exponerse igual que lo
hacen hondureños, nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos todos los
días. Resulta trágico que a más de un año de la promulgación de la nueva
Ley de Migración, no se haya instrumentalizado lo mínimo para defender
la integridad de
Durante el mes de julio los defensores
de los migrantes se han visto amenazados y ultrajados al igual que a
quienes protegen y brindan ayuda humanitaria. En el contexto de una
crisis de la situación migratoria, los agresores de los centroamericanos
han exacerbado sus expresiones violentas. Mientras tanto, los migrantes
han vivido una situación difícil a raíz de la caída de un puente en el
sureste mexicano.
El 15 de junio se cayó un puente en Loma
Bonita, Oaxaca, por donde pasa regularmente el tren de carga, en el que
se transportan los migrantes; esto provocó por más de tres semanas que
los centroamericanos no pudieran hacer la travesía de la manera
acostumbrada. Así se fueron concentrando principalmente en los albergues
de Arriaga, Tenosique e Ixtepec. La situación de mayor demanda de
alojamiento rebasó a los albergues, que recurriendo a la solidaridad
pudieron brindar sus servicios gratuitos a miles de migrantes.
Sin embargo, cuando se regularizó el
flujo ferroviario, los migrantes se fueron concentrando en Tultitlán,
estado de México, donde los vecinos han sido muy violentos contra los
centroamericanos. Este lugar donde existe una malla galvanizada a los
lados ha resultado muy peligroso en el ascenso del tren, pues ha
provocado amputaciones y hasta la muerte de los migrantes, además el año
pasado fueron asesinados tres de ellos sin que se consignara a los
responsables. Por si fuera poco, el albergue fue cerrado por las
presiones de los vecinos y en Huehuetoca, Estado de México, el sábado 21
de julio tres hombres dispararon a la casa que atiende migrantes. Por
otro lado, las intimidaciones al sacerdote Alejandro Solalinde siguen,
pues declaró que dos integrantes del cártel de Los Zetas le dijeron: “¿Crees que no te podemos matar?
No te matamos porque si te matamos cierran el albergue y entonces ya
los migrantes van andar por todos lados, los vamos andar buscando por
todos lados. Preferimos que estén aquí”. Como él afirmó, “tiene un costo
muy alto defender a los migrantes”.
Compartir la suerte de los migrantes
implica exponerse igual que lo hacen hondureños, nicaragüenses,
salvadoreños y guatemaltecos todos los días. Resulta trágico que a más
de un año de la promulgación de la nueva Ley de Migración, no se haya
instrumentalizado lo mínimo para defender la integridad de los
migrantes. En este país, en donde todos los días aparecen fosas
clandestinas, donde miles van a parar a fosas comunes sin que nadie los
reconozca, es imprescindible recordarle al Estado sus obligaciones.
En la nueva legislación se reconoce a la
sociedad civil por su trabajo voluntario y solidario, sin embargo en la
realidad, los defensores de los derechos de los migrantes siguen tan
expuestos al escarnio y a múltiples violencias. Los más de 50 albergues
para migrantes que ofrecen un techo seguro y los encargados de estas
casas hospitalarias que son la voz del dolor de los migrantes, se
encuentran amenazados; es pues imprescindible que la sociedad se una a
ellos para defenderlos y brindar cobijo ante el peligro que les
significa el crimen organizado y algunos agentes del Estado.
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