La utopía sigue siendo utopía. A veces se nos olvida, lo obviamos. Quizás porque la mayoría de las personas solemos rodearnos de la gente que nos simpatiza o al menos con quienes contemporizamos, y hay afinidades. Por eso es necesario no solamente leer los medios con los cuales somos "ideológicamente afines" o escuchar de vez en cuando ("Serenidad y paciencia", decía el popular héroe mexicano Kalimán) a quien no solamente piensa diferente sino quizá de manera opuesta.
Las leyes, la Constitución, los tratados, convenios y protocolos internacionales que México ha firmado dicen una cosa, y un sector de la gente, especialmente desde el poder, la élite económica, militar, eclesiástica, política y sobre todo mediática, pregona y defiende a capa y espada lo contrario: Sobre todo, se esfuerza por convencernos de su visión. Es una posición militante, insistente, proselitista y avasallante.
La idea que defienden es: Los derechos humanos no son universales, pertenecen a algunos, los matices vienen aquí, a muchos, a pocos, a muy poquitos, pero no a todos. Quedan excluidos de los derechos humanos, pretenden,... quienes ellos decidan.
Es la formulación más cínica, no muchos la suscriben explícitamente, pero muchos la promueven implícitamente con sus propuestas. Otro caso, la campaña del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) promoviendo como una de sus grandes promesas de campaña en 2006 la legislación para que se utilice la pena de muerte. Es una campaña igualmente fascista, fundada en la idea de que se pueden suspender los derechos humanos de algunos, pero tuvo otros defectos además de ser intrínsecamente inmoral e ilegal. Uno de ellos es el de ser demagógica, pues México ha firmado instrumentos de derecho internacional que le impiden aceptar la pena de muerte, pues es contraria a los derechos humanos, a la Constitución, y no sería válido que México la regresara a sus códigos. Otro fraude fue el uso de un actor y una actriz pagados para promoverlos, quienes explicaron que ellos no opinan así, pero hicieron un casting y ganaron el empleo para anunciar la mercancía fraudulenta.
Otro caso muy sonado fueron las declaraciones de un militar, si no nos falla la memoria ahora debe ser secretario de Seguridad Pública en Quintana Roo, el general Carlos Bibiano Villa Castillo, quien entrevistado primero por Sanjuana Martínez y luego en el refrito radiofónico por Carmen Aristegui, aseguró que si ve a un delincuente simplemente lo mata.
El escándalo tuvo varias aristas. Una fue el reconocimiento de que, de facto, la militarización del país ha suspendido las garantías constitucionales en los lugares donde ha operado, ya que ha puesto en práctica un estado de excepción. La otra, más grave si cabe, fue la respuesta de un sector del auditorio radiofónico que se solidarizó con la violación de los derechos humanos, la suspensión de la ley, el autoritarismo y el militarismo.
Si las fuerzas gubernamentales actúan en los hechos como si no existieran esas leyes, instaurando el estado de sitio, entonces se borra la frontera entre ambos "bandos" en conflicto. Ambos se definen solamente por su poder de fuego, la única diferencia entre ellos es de magnitud, y para el caso, implican un riesgo mortal para casi toda la población civil.
Aceptar esa situación, bajo cualesquiera subterfugios verbales, retóricos y pseudolegales, es asumir en los hechos la misma postura que Arturo Montiel Rojas (En 2006 en Atenco, Peña Nieto asumió esa postura, hoy parece asumirla contra la organización Alianza Única del Valle), el Partido Verde Ecologista de México (no sorprende entonces que las Juntas de Buen Gobierno lo incluyan en algunas de sus denuncias de agresiones paramilitares en Chiapas) y del general Carlos Bibiano Villa Castillo (quien luego se desdijo, pero incluso si, como dijo en su retractación "nunca he matado a nadie", expresó verbalmente lo que en los hechos han realizado las fuerzas públicas bajo el mando de Felipe Calderón, Genaro García Luna, y ahora los gobernadores sindicados en la CONAGO, bajo la presidencia de Marcelo Ebrard).
Así, la idea de que los derechos humanos son universales es una utopía: es decir, un ideal a alcanzar, y para lograrlo hay que derrotar moral y políticamente a quienes desde el poder sostienen lo contrario, la tesis de Thomas Hobbes en el Leviatán: El soberano (el monarca) define el bien y el mal e impone su definición con derecho de vida o muerte sobre sus súbditos. Dicho con todas sus palabras suena poco suscribible, pero con otras palabras lo defienden esos personajes mencionados y un sector que podríamos definir como nuestro franquismo a la mexicana... En los medios de masas lo machacan constantemente voceros de ese esquema como Fernández Menéndez, Ferriz de Con, Ciro Gómez Leyva (Es un modelo de pensamiento castrense y antipacifista un artículo suyo que decía, refiriéndose a quienes piden la paz: "Si uno no estuviera ahí como periodista, se metería en el centro de la manifestación para pedirles que dejaran de gritar pendejadas, por Dios."), TV Azteca y un amplio coro.
Tenemos que cambiar eso y no volver vana la muerte de 41 mil mexicanos y una historia noble de utopistas, desde Fray Bartolomé de las Casas, pasando por los magonistas, hasta quienes hoy comenten la suprema herejía de pedir: No más sangre, Alto a la guerra de Calderón... y la CONAGO...
fuente- kaos en la red Mexico
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